La continuidad de Liz Truss como premier de Reino Unido, en jaque
El drama pareciera incrustado en el partido Conservador británico, que va de polémica en polémica. La primera ministra, quien apenas completó su primer mes en el cargo, es objetivo de una rebelión ‘tory’ suscitada por el plan financiero que trajo crisis en la economía y los mercados. Aumentan las voces de copartidarios que piden su salida.
La sorpresiva muerte de Isabel II eclipsó y retrasó el inicio del nuevo Gobierno en Reino Unido. La urgencia radicaba en atender la crisis en el costo de vida y emitir el plan financiero para paliar los estragos de la economía. Y la única acción del Gobierno generó una nueva tormenta política.
Esta se sintió en los mercados e inversionistas, que empezaron a sacar sus recursos del país, tanto que pusieron en riesgo la estabilidad de los fondos de pensión de millones de personas y ello acarreó una caída histórica, con antedecentes hace cinco décadas, de la poderosa libra esterlina en su cotización frente al dólar, e impulsó un aumento importante en el costo de la deuda pública de la nación europea.
La presión para Liz Truss, la tercera mujer en convertirse en primera ministra y la cuarta persona en asumir el puesto desde el referendo del Brexit en 2016, no solo llegó por el golpazo en los indicadores económicos, sino por la falta de credibilidad en su Gobierno y la pérdida prematura de su capital político.
Desde que fue elegida, la premier no ha tenido una semana sin que la crisis en la economía sea la protagonista y el común denominador de la escena pública.
Tanto ella como el entonces ministro de finanzas, Kwasi Kwarteng, se dedicaron a apagar, sin mayor éxito, el incendio causado por ese "minipresupuesto", mientras la economía seguía a pique.
Finalmente, y con la advertencia de que si no daba un paso atrás corría el riesgo de acercarse al abismo, Truss empezó a modificar su plan financiero. Pero su decisión tuvo poco impacto en la tranquilidad de los mercados.
Kwarteng, que había perdido su credibilidad como ministro de Finanzas, fue regresado de un encuentro de ministros de finanzas y jefes de bancos centrales, organizado por el Fondo Monetario Internacional en Washington.
Horas antes de su despido y desde la capital de Estados Unidos, Kwarteng había dicho a los medios que no se iba “para ninguna parte”, pero su destino ya había sido decidido desde Londres.
Truss lo sacrificó para salvar a su débil Gobierno 38 días después de que llegara a Downing Street, y designó en su reemplazo a Jeremy Hunt como ministro de Finanzas. Quien, aunque no tiene experiencia en política fiscal ni en finanzas públicas, es un veterano en cargos clave en diferentes gobiernos.
Hunt es, sobre todo, sinónimo de unidad, seriedad y estabilidad dentro de los conservadores o ‘tories’, pero adicionalmente un tipo de garantía para los mercados.
Truss: en el cargo, pero sin poder
En un hecho sin precedentes, de los que han abundado por meses en la política británica, el nuevo ministro de finanzas dio una declaración desde su despacho, acompañado por la bandera del Union Jack.
Anunció, palabras más, palabras menos, que destrozaba el plan económico que había presentado tres semanas antes la primera ministra, un hecho con un profundo impacto en el futuro político de Truss.
Hunt dijo que una de las medidas principales del "minipresupuesto" que daba un tipo de subsidio para las facturas de la energía por dos años, ahora solo será por seis meses, durante el invierno que está por llegar.
Es decir, que este invierno el Gobierno pagará la diferencia en las facturas de la energía, pero para el próximo año, la sociedad tendrá que hacerse cargo de su factura.
Además, habló de cortar el gasto público, que era uno de los clamores de los expertos.
La imagen de Hunt es inequívoca. Para devolver la estabilidad al país, se necesita un nuevo comienzo y él pareciera encarnarlo.
Lo cierto es que Liz Truss no tiene ni autoridad ni credibilidad ni capital político: lo quemó en 40 días, y esto, sin duda, pone en serios aprietos la estabilidad de su Ejecutivo.
La pregunta que ronda hoy es si una vez más el primer ministro está en el cargo pero sin poder y si su salida es cuestión de tiempo, un rumor cuyo desenlace, en cualquier sentido, podría darse esta semana.
Rebelión ‘tory’
Truss está tratando de salir a flote, ganar tiempo, pero no se sabe cuánto tiempo más le queda en Downing Street, sobre todo ahora que ya son públicas las conspiraciones para hacer cambios de manera en que se cambia de primer ministro sin que este tenga inmunidad garantizada por un año.
Los medios locales están llenos de historias que hablan que cada vez más, diputados conservadores están enviando cartas al poderoso Comité 1922 para presionar la salida de Truss.
Dicho comité conservador puede iniciar un proceso interno para decidir si Truss continúa o no siendo la cabeza del Gobierno y del partido. Si el 50% de los miembros del partido votan a favor de su salida, se presentaría una moción de censura contra la premier, que sería obligada a abandonar sus funciones.
Aunque es un secreto el número de cartas recibidas para iniciar ese procedimiento, si un número significativo de diputados pide el cambio de reglas, este será una realidad. Y Liz Truss quedaría en una posición muy peligrosa.
Por ello, sus aliados políticos están promoviendo encuentros con los diputados para tratar de tranquilizarnos. Pero no se sabe hasta qué punto estos pueden ser exitosos.
Truss sabe que la clave para mantenerse en el cargo, aunque la mayor parte de la población esté en su contra, es recuperar la confianza de sus copartidarios. No la tiene fácil.
La revista ‘The Spectator,’ que es una publicación de obligatoria lectura por su cercanía a los conservadores, ha planteado varios escenarios para superar esta nueva crisis. Y la mayoría de ellos dejan a Truss fuera del Gobierno.
Pero ‘The Spectator’ plantea que ella puede seguir luchando. En otros escenarios, habla de un caretaker, que sería un primer ministro encargado, el regreso de Boris Johnson al poder o un Gobierno de Rishi Sunak, su contrincante durante las primarias conervadoras y a quien Truss arrebató las llaves de Downing Street.
En política una semana puede ser definitiva para el futuro de Truss, aunque ya hay predicciones que hablan que en diciembre podría haber un nuevo primer ministro.
Más allá de la crisis interna del Partido Conservador, lo grave es que desde hace varios meses el país no ha tenido un gobernante que esté dedicado a los asuntos urgentes y fundamentales para la mayoría, más allá de las filas ‘tories’.
Las polémicas del gobierno Johnson no le permitieron gobernar y tampoco están dejando a Truss.
Los ‘tories’, que llevan doce años en el Gobierno, están planeando y conspirando el siguiente paso con mucho cuidado porque saben que si llaman a unas elecciones generales pueden perder el poder con el Partido Laborista, que según los sondeos obtendría una mayoría sin precedentes en la Cámara de los Comunes si los comicios tuvieran lugar en estos momentos. (France24)